Las consecuencias fueron sufridas por los vecinos de la zona, porque los barras de Quilmes, que eran un número mucho menor, se refugiaron en unos monoblocks cercanos. Cuando tres móviles policiales que estaban por la zona se acercaron, los de Banfield subieron a sus micros y siguieron adelante.
Vale recordar que a los barras nada los detiene, ni la Policía, ya que la Caravana venía siendo custodiada tanto por efectivos de la Seccional de Banfield como de la Comisaría Segunda de Quilmes. Tanto es así que a unas 30 cuadras del primer episodio, sobre la calle General Acha, otra vez la barra del Taladro tuvo unos cruces con gente de Quilmes y hubo nuevos piedrazos, en un incidente afortunadamente de menor duración.
Según la Policía, los micros fueron requisados antes de la salida hacia el estadio de Quilmes y no había ningún arma, aunque la experiencia indica que las barras siempre las llevan escondidas en lugares poco visibles de los vehículos. Más allá de que no haya que lamentar víctimas, la situación vuelve a poner foco sobre la imposibilidad de terminar con este flagelo que carcome al fútbol argentino.
¿PARA QUÉ LA CUSTODIA?
La pregunta que queda rebotando es ¿para qué se custodia a una caravana, si finalmente los incidentes suceden igual? La Policía dice que si no lo hicieran, los enfrentamientos tendrían mayor frecuencia y gravedad, pero lo insólito es tampoco que los previene.