Los hechos se dieron entre 2013 y 2022 cuando el hombre, que era el padrino de una de las pequeñas las sometía sexualmente en una finca de la localidad quilmeña. Se valoraron en el juicio los informes periciales como entrevistas de psicólogos que dieron cuenta del daño provocado a las menores debido a las vejaciones de las que fueron víctimas.

Todo salió a la luz a partir de que una de las víctimas pudo contar el calvario que le tocaba vivir en una clase de ESI en la escuela y a partir de la denuncia la mayor de las mujeres relató lo que había padecido entre los 8 y los 13 años de edad. En uno de los casos la condena fue por “abuso sexual con acceso carnal reiterado en concurso con abuso sexual simple en concurso con abuso sexual simple reiterado”.

En el fallo de los jueces Pablo Pereyra, Rodrigo Bagini y Félix Roumieu se enfatiza en que “no puedo dejar pasar por alto que el imputado se aprovechaba de las menores cuando iban a jugar a su casa para llevarlas a la habitación y allí cometer los abusos sexuales”. Asimismo se valoraron las cámaras gesell llevadas adelante como los testimonios de las madres de las menores de edad.

Al momento de considerar los agravantes se enumeran “el aprovechamiento de la confianza que a través del rol de tío ocupaba en la vida de las víctimas; ya que las madres de las víctimas confiaban al tratarse de ser el padrino de una de ellas”; también “la imposibilidad de las niñas frente al ataque de su agresor como el daño reiterado y la imposibilidad de una de las víctimas de llorar, como de relacionarse con pares y transitar crisis emocionales que le impiden salir de la vivienda”. Vale aclarar que en el debate se percibió en las audiencias una situación de “tensión familiar” por los hechos ventilados y que también tuvo como destinatarias a las pequeñas ya que una de ellas recordó “que era amenazada para no denunciar por lo que le podía suceder a los adultos mayores de la familia”.

Los jueces del Oral 2 se pronunciaron por unanimidad en cuanto a la condena a 16 años de prisión.