Mercedes, la novia del hombre que murió, contó que habían denunciado la obra y cuando usaban la retroexcavadora “se movían los cuadros y los veladores”.
"Argentina es el país de la joda. Todo se arregla con plata y, si está mal, no importa. La gente que nada tiene que ver es la que paga, y paga con su vida". Parada en el umbral de la puerta del taller mecánico de su papá, Mercedes Casas habla y mirá los restos de un edificio de tres plantas del que sólo queda una puerta celeste y una chapita de numeración (3078). Las paredes rotas, los vidrios estallados y los hierros abiertos formaban hasta ayer su casa: un cuatro ambientes con patio y parrilla que compartía con su novio Adrián Continiello y una hermana. Adrián, un sonidista de la TV Pública, de 32 años, se estaba bañando cuando todo cayó. No llegó a nada: murió aplastado por los escombros. Para Mercedes, detrás del derrumbe no hubo fatalidad, sino una obra lindera que había sido denunciada por vecinos y por la UOCRA.
Mercedes y su familia tienen su historia en el barrio de San Cristóbal. El taller mecánico de su papá está justo enfrente del desastre. Fue por recomendación del padre -el dueño del edificio es amigo suyo- que ella y Adrián llegaron a alquilar el segundo piso de Pavón 3078. "Era un departamento hermoso, enorme, el centro de reuniones para cumpleaños y fiestas". Pero esa casa hermosa empezó a convertirse en un problema a partir de diciembre, cuando máquinas y obreros llegaron al terreno baldío que estaba del otro lado de la medianera.
"Primero vallaron la cuadra para impedir el estacionamiento. Lo hicieron sin siquiera tener un cartel de obra. Así que lo reclamamos. Pero lo peor empezó con las máquinas retroexcavadoras. Cada vez que las usaban se movían los veladores y los cuadros", describe Mercedes. A la derecha, sosteniéndola, está otra de sus hermanas. Adentro del taller van y vuelven familiares y vecinos, algunos pasan frente a ellas y abrazan a Mercedes. Cuando eso pasa, su hermana completa el relato: "Los pozos eran muy profundos. Siempre los mirábamos desde la ventana de la habitación de Mercedes y Adrián. Nos preocupaba, eran metros y metros hacia abajo. No sé hasta dónde llegaron, que la casa no soportó".
Eran las 16.50 del lunes cuando la construcción, con un supermercado chino en la planta baja, la vivienda del dueño en el primer piso y la casa de Mercedes en el segundo, se desplomó. Diez minutos antes, Mercedes y Adrián habían hablado por teléfono. Ella lo llamó para avisarle que en su trabajo se había cortado la luz y habían dejado a los empleados salir antes. "No voy para casa, aprovecho y hago un trámite en el centro", le dijo, y él se fue a bañar. El siguiente llamado ya no fue de Adrián, sino de su papá. Todo el edificio se había caído.
Cuando Mercedes llegó vio las ambulancias, las autobombas y la Policía. Una imagen de posguerra barrial en el frente de su casa, aunque ese lugar ya no existía: no había frente, techo ni ventanas. El portón del supermercado había quedado aplastado como una lata. Detrás, pura ruina. Y sobre los escombros, hombres caminando y buscando a Adrián. "En un principio parecía que Adri estaba con signos vitales, pero no", dice Mercedes y se le atraganta la voz.
La obra en construcción está a cargo de la empresa Lybster S.A. Según los carteles ubicados en el frente del baldío, el arquitecto Eduardo Agustín Aguaviva está al frente del proyecto y su dirección. Aguaviva había sido intimado a hacer tareas de apuntalamiento de medianeras y canaleteo para poder seguir con los trabajos, informó la Agencia Gubernamental de Control. Al mismo tiempo, había una fiscalización prevista para este miércoles.
La inspección previa había sido el 25 de marzo, en esa oportunidad se habían identificado las irregularidades: "Se le informó al director de obra que producto de la excavación había cuestiones a subsanar, como la submuración (apuntalar la base de la obra) y el canaleteo", ampliaron desde la Agencia.
No era el único antecedente: desde la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA) afirmaron que el 4 de febrero el gremio radicó una denuncia por falta de señalización y protección de zanjas y excavaciones, ausencia de elementos de seguridad para albañiles y otras anomalías.
Mercedes, su familia y los vecinos repiten que un arquitecto que vive en la cuadra se acercó en varias oportunidades para alertar que era necesario un apuntalamiento. Agregan que el dueño del edificio le reclamó lo mismo a una arquitecta de la obra. Insisten con que llamaron -varias veces- a la línea de denuncia 147.
"Todo se veía muy atado de los pelos. Nosotros avisamos, nadie escuchó y ahora quién me devuelve a Adrián", pregunta Mercedes. Tiene 29 años, no sabe de expedientes y juzgados. A sus familiares les dice que "no importa, que va a aprender" porque "quiere Justicia". Esa frase la reitera, en especial, frente a las cámaras de televisión. Siente que es una obligación con el hombre con el que se iba a casar en agosto, con el que hacía tres días había vuelto de vacaciones, con el que proyectaba una vida y se la interrumpieron.